Editorial

A raíz del festejo con alcohol y cadáver: Un desafío serio para la relación médico-paciente

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Por Emiliano Cotelo ///

De este tema se habló durante casi todo el mes pasado. El 30 de abril por la noche, en el Hospital de Clínicas, un grupo de estudiantes de Medicina festejó el fin de su rotación tomando alcohol durante una guardia. Cuando la mayoría de ellos se había retirado a dormir, uno de estos internos trasladó hasta el lugar una camilla con el cuerpo de un paciente muerto.

El episodio es, sin lugar a dudas, penoso y repudiable. Erosiona la confianza de la población en el Hospital de Clínicas. Pero, sobre todo, muestra a sus protagonistas en una actitud absolutamente reñida con la sensibilidad que requiere la profesión médica.

Sin embargo, vale la pena ubicar con cuidado el contexto, para poder ajustar mejor las valoraciones sobre la sustancia de lo que estaba en juego. En esa dirección, justamente, va el informe especial redactado por Ángela Reyes para EnPerspectiva.net, y que se publicó la semana pasada.

Veamos.

Mano dura

Todas las autoridades que han sido consultadas por el caso coincidieron en censurar con energía lo sucedido. También fueron ágiles en disponer la primera batería de sanciones.

El consejo de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar) suspendió la calidad de estudiante por tiempo indeterminado al alumno que llevó el cadáver y le inició un sumario que puede derivar en otro tipo de consecuencias. También se les abrió sumario a los dos jefes de la Emergencia, que, al parecer, ni permitieron ni prohibieron que se consumiera alcohol durante el turno. Por su parte, los otros ocho internos que bebieron alcohol dentro de la Emergencia del Hospital de Clínicas fueron suspendidos por un mes en su calidad de estudiantes, lo que implica que no podrán recibirse este año. Hasta el Sindicato Médico del Uruguay ha tomado cartas en el asunto. Según dijo aquí mismo, En Perspectiva, su presidente, Julio Trostchansky, el Tribunal de Ética del gremio va a analizar si estos estudiantes podrán formar parte de su padrón de afiliados.

El último eslabón de esta cadena de rechazos estuvo a cargo del rector de la Udelar, Roberto Markarián. Durante una reunión del Consejo Directivo Central, Markarián opinó que debería aplicarse el “máximo rigor” ante las faltas.

Algunas preguntas

Y en este punto empiezan las preguntas. Por ejemplo, ¿cuáles de las conductas en juego deberían ser el objeto de ese “máximo rigor”?

Lo planteo porque parece claro que la manipulación del cuerpo de un paciente muerto como parte del  famoso “brindis” es tan sólo el dato más morboso de un cúmulo de infracciones que se dieron esa noche. Y aquí viene otra pregunta: si el episodio no hubiera incluido ese detalle, ¿qué repercusión y qué sanciones habría tenido?

¿Excepción?

De las explicaciones de las autoridades vinculadas se desprende que algunos de los excesos de esa noche no fueron excepcionales.

Por ejemplo, el decano de la facultad, Fernando Tomasina, ha dicho que espera que la resolución del consejo sea “un punto de inflexión” en el tema del consumo de alcohol. En el mismo sentido, el director del hospital, Víctor Tonto, reconoció que el consumo de alcohol de vez en cuando sucede, aunque expresó que nunca en el nivel en el que se dio en este último festejo. Y entonces hay que hacer otra pregunta: este “nivel” al que alude el doctor Tonto, ¿se refiere al nivel de desborde o al nivel de exposición del caso?

En el informe de EnPerspectiva.net se consultó a algunos estudiantes de Medicina, y la colección de respuestas que se recabó es bastante ilustrativa:

“Esto pasa siempre y como no saltaba, no se ocupaban”.

“Lo peor es que estuvieran borrachos y no atendieran pacientes”.

“Las fiestas esas se hacen desde siempre”.

Y otros comentarios similares que dan cuenta de que el problema va mucho más allá de haber querido incluir al muerto en la rumba.

Entonces… más preguntas. ¿En qué medida se trató de un episodio excepcional? ¿Lo del 30 de abril no habrá sido, en realidad, el emergente de costumbres culturalmente instaladas en el ámbito de los estudiantes de Medicina y los propios médicos?

La suspensión de un mes en la calidad de estudiantes, que se dispuso para ocho de los alumnos involucrados, y que, ante la gravedad del caso puede parecerles a muchos de ustedes una medida “blanda”, ¿no responderá a cierta “cola de paja” de las autoridades que se vieron acorraladas por la polémica que provocó este hecho, pero que saben que es una hipocresía castigar a una generación por lo mismo que se le ha permitido a todas las demás?

La relación médico-paciente

El paciente hace un voto de confianza en el médico que lo atiende. Está claro que, por lo menos hasta ahora, a ese paciente ni siquiera se le pasa por la cabeza que ese profesional que debe asistirlo en una Emergencia puede haber consumido alcohol entre una consulta y la próxima. Eso, que no entra en la cabeza del que realiza la consulta, no debería ocurrir ni, mucho menos, ser tolerado por el cuerpo médico de ninguna institución que se precie de tal.

Por lo tanto, no sería suficiente ni justo que este escándalo terminara nada más que en el escrache de los protagonistas de este hecho puntual.

En cambio, el caso sí arrojará algo positivo si doctores y estudiantes asumen sin dobles discursos que este tipo de desvíos existen y han sido tolerados en el ámbito médico, que están mal, que estropean la ya compleja relación médico-paciente y que deben convertirse sin excepciones en anécdotas vergonzantes de la historia de la medicina uruguaya. Y a esos efectos es fundamental la determinación que muestren las autoridades.

Si los encargados de controlar y construir la cultura médica se limitan a señalar con el dedo a la generación involucrada, la indignación de estos días, de la que se han hecho eco las propias autoridades, sólo será papel de diario tirado, líneas arrojadas al vacío de las redes sociales, minutos de radio desperdiciados en el éter… y un grupo de profesionales iniciará su carrera marcados por la desconfianza. Pero más allá de eso, no habremos mejorado nada.