Editorial

Ahora que Atchugarry no está

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Por Emiliano Cotelo ///

Esta semana comenzó con la noticia triste de la muerte de Alejandro Atchugarry, que nos dejó a los 64 años de edad.

Abogado y empresario, se involucró en política junto a Jorge Batlle en la época de la dictadura. Más tarde, ya en democracia, fue parlamentario y ocupó cargos en el Poder Ejecutivo: subsecretario y ministro de Transporte y Obras Públicas entre 1985 y 1990 en el primer gobierno de Julio María Sanguinetti, y, en el momento culminante de su trayectoria pública, ministro de Economía, de 2002 a 2003, durante la presidencia de Batlle.

La solución uruguaya

En aquellos dos años, terriblemente dramáticos, incluso para la institucionalidad nacional, Atchugarry ofició como una especie de primer ministro. Y su liderazgo político al frente del equipo económico, consultando y negociando con todos, permitió que nuestro país sorteara la crisis bancaria y, luego, la de la deuda pública, en ambos casos desarrollando soluciones originales y uruguayas. Soluciones muy diferentes a las exigencias del Fondo Monetario Internacional, que presionaba fuerte, primero, por un corralito de los depósitos en las instituciones financieras, y luego por que el Estado declarara la cesación de pagos o default.

Esa salida en dos tiempos consiguió reducir al mínimo las secuelas: en los ahorros de la gente, en la cadena de pagos, en la sociedad en general y, sobre todo, en la imagen internacional del país. A partir de aquel zurcido, la economía, ya saneada, tomó impulso e inició una senda ascendente que, de hecho, se mantiene hasta hoy.

Agradecimiento

En estos días, a raíz de su muerte, analistas, periodistas, empresarios, dirigentes sindicales y figuras políticas de todos los partidos le agradecieron a Atchugarry aquella gesta y destacaron el sacrificio personal que implicó para él, que acababa de enviudar y debía ocuparse, solo, de la crianza de sus hijos chicos.

Yo me sumo a ese homenaje. Y lo hago con conocimiento de causa. Viví directamente aquellos hechos, como ciudadano y como periodista, con la ventaja que esto último implica en cuanto al acceso a entretelones que no siempre terminan siendo públicos.

Otras facetas

No me unía a Atchugarry ninguna relación personal. Si, en cambio, lo traté mucho por mi trabajo, en innumerables entrevistas y también en algunas conversaciones fuera de micrófonos. Y, por otro lado, recibí cantidad de testimonios de otros actores políticos y sociales sobre cómo era y cómo actuaba, en su período en la cartera de Economía, en su gestión anterior en el Ministerio de Transporte y Obras Públicas y en sus facetas de diputado primero y senador después.

A partir de esa experiencia, puedo aportar otras pinceladas, que van más allá de lo que se mencionó tanto en estas horas.

Lawmaker

En el Parlamento, según me informaron quienes lo trataban mano a mano, era una pieza fundamental. En inglés, legislador se dice lawmaker, una expresión que siempre me llamó la atención porque resulta bien directa: refiere al que hace leyes. Bueno, Atchugarry era, efectivamente, un lawmaker, de varias maneras: impulsando él mismo cantidad de proyectos importantes; pasándole textos a otros para que los presentaran, de modo de facilitar la obtención de las mayorías; o negociando infinitas variantes a un párrafo, con quienes fuera necesario, para sacar la idea adelante. Era muy bueno y muy fino en la redacción. Y era un negociador de primera.

Soldado

De todos modos, cuando se lo precisaba, por ejemplo en tiempos electorales, también sabía trancar fuerte y jugaba como el combatiente número uno, en la línea de fuego, defendiendo a su partido, su sector y, en especial, la candidatura de su líder y padre político, Jorge Batlle. En la campaña de 1999 conocí esa faceta de primera mano en un par de entrevistas que realizamos En Perspectiva en las que Atchugarry salió a advertir sobre las consecuencias del IRPF (Impuesto a la Renta de las Personas Físicas) que, diseñado por Daniel Olesker, proponía entonces el programa del Frente Amplio. Tan duro golpeó Atchugarry en uno de esos reportajes, que Tabaré Vázquez llamó personalmente a la radio solicitando espacio para responder y dar su versión. Aquel intercambio sería, después, uno de los insumos de la propaganda de Batlle frente a Vázquez rumbo a la segunda vuelta que terminaría ganando el líder de la 15.

Intérprete

Hablando de mi relación con Atchugarry en entrevistas, yo tengo presente otro papel importante (y del que se ha hablado poco) que le tocó a él en el comienzo de la administración Batlle: el de traductor o exégeta del presidente. Como todos sabemos, Batlle se caracterizaba por la espontaneidad en sus declaraciones públicas. En eso tenía puntos de contacto con José Mujica. Al igual que Mujica, Batlle, ya siendo presidente, solía pensar en voz alta, en un acto público o cuando lo abordaba una cámara de televisión. Y de esa manera la población se enteraba, de golpe, de una medida que el gobierno aparentemente estaba manejando. Más de una vez esos dichos resultaban impactantes y hasta desconcertantes porque se salían del libreto más o menos conocido. Es más, algunos de esos planteos sorprendían hasta a sus colaboradores cercanos. A la mañana siguiente, en la radio, el tema se imponía como obligatorio. Alguien tenía que explicar de dónde había salido aquello y cómo se lo iba a implementar. En varias de esas oportunidades Atchugarry atendió nuestra llamada telefónica y puso la cara. A veces habiendo consultado a Batlle unos minutos antes y otras improvisando sobre la marcha, el senador salió al aire para pilotear la situación, darle una primera forma al asunto y dejarlo encaminado para el debate que vendría. En algunas de esas notas, su sonrisa, tan característica, se adivinaba entre las palabras.

Los elogios

El lunes, durante el velatorio y luego en los medios de comunicación, se acumuló una increíble cantidad de elogios y otras valoraciones sobre la personalidad de Atchugarry.

Yo fui anotando algunos:

  • Discreto
  • Austero
  • Modesto
  • Hombre de palabra
  • Amable
  • Sereno
  • Tolerante
  • De una capacidad de diálogo admirable
  • Creativo
  • Un republicano integral
  • Cuidadoso de la legalidad
  • Tenaz
  • Trabajador incansable
  • Un servidor público
  • Un héroe civil
  • Un héroe cívico

Para un extranjero o para alguien muy joven esa enumeración puede sonar exagerada. Puede pensarse que estamos ante esa tendencia tan humana a ver solamente el lado bueno de un amigo al que estamos despidiendo.

Yo creo que la suma de esos términos es justa y hasta incompleta para describir a Atchugarry. Y me alegro de que, en medio del dolor, su familia y sus amigos hayan podido escuchar de la sociedad uruguaya este tributo tan enfático.

¿Otra época?

También, les diré, me dejaron pensando otras consideraciones que circularon a raíz de esta noticia. Concretamente, tomé nota de algunas preocupaciones que surgieron en La Mesa de En Perspectiva y otras que vinieron en mensajes de algunos oyentes.

Fueron varias, de tono similar, y en general tenían la forma de preguntas.

¿No estará yéndose, con Atchugarry, una forma pluralista y abierta de hacer política? ¿No habremos perdido este domingo al último de los políticos uruguayos con ese perfil de “puente”? ¿No estamos ingresando en otro tipo de política, la de los “muros”, la de unos contra otros, la que considera a la negociación como algo malo?

Todos los partidos y líderes políticos ensalzaron a Atchugarry por sus dotes de articulador y gestor de consensos. ¿Quiénes de ellos están hoy sinceramente comprometidos con la búsqueda de grandes acuerdos nacionales?

Y, la última: ¿por qué solamente ante una crisis terrible como la del 2002 logramos los uruguayos el milagro de aquella solución original y de amplio apoyo? ¿Es lógico que haya que esperar a que quedemos al borde del abismo para que aflore el espíritu sincero de entendimiento multipartidario y social?

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 24.02.2017, hora 08.10