Editorial

Las fuerzas desarmadas en su laberinto

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Por Emiliano Cotelo ///

El viernes pasado dos trabajadores murieron en medio de su jornada laboral. Si hubieran sido taxistas, choferes de ómnibus, maestros u obreros de la construcción, el país se habría estremecido y, por lo menos, habríamos tenido un paro en su rama de actividad reclamando garantías para desarrollar las tareas de forma segura. Pero estas personas no pertenecían a ninguno de esos colectivos. Eran aviadores militares. Por lo tanto, el duelo duró muy poco y la población lo observó un poco de lejos.

Cuatro días después, este martes, un helicóptero, también perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya (FAU), se precipitó a tierra cerca del Aeropuerto de Carrasco cuando realizaba un ejercicio simulando una falla en el sistema hidráulico del aparato. Otros dos pilotos perdieron la vida.

Fernando, Gonzalo, Cristian y Diego tenían entre 24 y 33 años, así que eran bastante más jóvenes que las naves que los transportaban al encuentro con la muerte.

Perdónenme la pregunta…

El miércoles, durante el segundo de los sepelios, hizo uso de la palabra el teniente coronel aviador Alejandro Trujillo, comandante del Escuadrón Aéreo Nº 5, la unidad en la que se desempeñaban los pilotos Fernando De Rebolledo y Gonzalo Correa. Trujillo leyó un discurso inusual para el estereotipo que todos tenemos de un oficial militar. Conteniendo las lágrimas en cada palabra, mostró el costado más humano de este drama. Pero además disparó algunas preguntas incómodas.

(Audio Trujillo)

Es hoy y aquí en este momento de pensamiento y recuerdo cuando debemos reflexionar sobre su partida, sobre el dolor que nos golpea al ver un lugar vacío en la mesa de vuelo, un casco abandonado, la pena inmensa reflejada en los ojos de un padre, una madre o un hermano.

¿Qué sentido tiene esta pérdida? ¿De qué sirve tanto sacrificio? ¿Por qué tanto dolor?

“¿Qué sentido tiene esta pérdida? ¿De qué sirve tanto sacrificio?”.

(Fin audio)

El cuestionamiento interpela a actores mucho más concretos que un hipotético guionista del destino, sea este azaroso o divino. Las interrogantes golpean en la cara al sistema político, a las propias Fuerzas Armadas (FFAA) y, en cierto modo, a la sociedad en su conjunto.

Es que lo que vivimos en estos días parece libretado. En medio del debate sobre el estado de abandono en que se encuentra el equipamiento militar en Uruguay, cuatro soldados caen del cielo como para poner punto final a la discusión. Sentenciando, de algún modo, que la situación no da para más.

Ni la seguridad de sus pilotos…

Es verdad que aún falta determinar las causas exactas de los siniestros. El comandante en jefe de la FAU, Alberto Zanelli, aclaró que las investigaciones están en curso y que los resultados definitivos demorarán, como máximo, 50 días. También sostuvo que los aparatos estaban en condiciones operativas y ayer dio un paso más para reforzar esa afirmación cuando voló él mismo en uno de los helicópteros de la flota. Sin embargo, se ha tirado tanto de la piola que quedó instalada la otra impresión: Que volar, o navegar, en una nave militar uruguaya implica riesgos. Y que las FFAA ni siquiera pueden garantizar la seguridad de sus propios efectivos en un ejercicio de rutina.

El panorama que pintaron el nuevo ministro de Defensa Nacional, Jorge Menéndez, y los tres comandantes en jefe, el lunes, en comisión del Senado, fue por demás ilustrativo de este cuadro. La presencia de las autoridades había sido solicitada en junio pero debió postergarse varias veces debido a problemas de salud del entonces ministro, Eleuterio Fernández Huidobro.

Abordamos el tema el miércoles en entrevista con Javier García, uno de los senadores blancos que habían solicitado aquella sesión. Según comentó García, en la FAU solo el 40 % de las aeronaves están operativas “y básicamente ese porcentaje está compuesto por aviones de enlace, que son avionetas que llevan correspondencia de un lado para otro, que trasladan cosas”. En cuanto a los aviones que ejercen de policía aeronáutica, de 18 aparatos, sólo uno está en orden de vuelo. Y las cosas no marchan mejor en la Armada. Los barcos tienen en promedio 50 años de antigüedad y su condición técnica no puede garantizar la custodia de nuestras aguas jurisdiccionales. Tampoco podría garantizarla la aviación naval, ya que el último helicóptero a disposición que tiene esa fuerza completará en breve su límite máximo de horas de vuelo.

Se salva, en cierta medida, el Ejército porque, según se explicó en la comisión, la participación de Uruguay en las misiones de paz ha permitido algo de renovación en el equipamiento de la fuerza de tierra. Aun así, a este panorama podríamos agregarle los sueldos de hambre que reciben los soldados, un tema que volvió al tapete como una de las causas del déficit de la Caja Militar, que el gobierno se propone reformar.

¿Para qué sirven así?

Todos estos datos obligan a plantearse la pregunta que se apoderó de La Mesa de En Perspectiva, tanto el miércoles como el jueves: ¿Para qué sirven estas FFAA? …No si tienen sentido en abstracto. La cuestión es si tienen sentido estas fuerzas así, tan desarmadas.

Es obvio que Uruguay requiere fuerzas que protejan su espacio aéreo, las fronteras y el mar territorial. No necesariamente ante la hipótesis de un conflicto bélico con otro país, sino, sobre todo, para mantener a raya la amenaza del crimen organizado y cuidar de los recursos naturales del país. Pero para eso hay que definir una política de Estado que, sin vueltas, encare el tema. Y ese es un debate que nuestra sociedad no ha conseguido superar desde la restauración democrática.

Hasta ahora, parece que el sistema político ha optado por dejar morir a las FFAA por inanición. Y por supuesto que podría decirse que la responsabilidad no ha sido exclusiva de los gobiernos que se sucedieron desde el 1985 en adelante. Las generaciones más viejas de militares, las que estuvieron en actividad en las décadas del 70 y el 80, también han contribuido a este divorcio, manteniendo el silencio en torno a los crímenes cometidos en la dictadura. Crímenes que, hasta que no aparezcan los cuerpos de los desaparecidos, siguen cometiéndose en el presente.

Pero en democracia, por suerte, la pelota está en la cancha de los ciudadanos, que votamos, y de los políticos, que son, luego, quienes toman las decisiones. Somos todos nosotros quienes tenemos el deber de darle forma a las FFAA de este siglo. Y sobre todo, darles un sentido, porque hoy no lo tienen, y sin él también pierden sentido la vida y la muerte de sus soldados.

Este miércoles el teniente coronel Trujillo procuró cubrir ese vacío a puro profesionalismo y mucho sentimiento…

(Audio Trujillo)

Así como ellos nos honraron con sus acciones, nosotros los honraremos con las nuestras; continuando la construcción que ellos han empezado. Porque engrandeciendo a la institución, los hacemos más grandes a ellos, a la Fuerza y a la patria.

A los integrantes de la Fuerza, levanten la vista al horizonte, vean entre las nubes. Sean parte de algo más grande que uno mismo dando todo de sí por ustedes y por los que vienen detrás. Porque eso es la vida. Dejar algo mejor cuando nos toque irnos. Algo que nos haga eternos.

(Fin audio)

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, viernes 19.08.2016, hora 08.05