Editorial

En Primera Persona
Sendic, la licenciatura, los medios y el ataque a la institucionalidad

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Por Emiliano Cotelo ///

La semana pasada recibimos varios mensajes de oyentes con planteos parecidos que podían resumirse en este, firmado por Graciela, que decía: “¡Basta! Demasiado circo. ¿Cómo pueden seguir con este tema eternamente?”

Graciela se refería a la polémica sobre Raúl Sendic y su licenciatura, que fue uno de los puntos de La Mesa del jueves pasado, aquí, En Perspectiva.

Esos oyentes estaban enojados con nosotros y en particular conmigo, como director del programa. Pero lo curioso es que, de algún modo, yo coincidía con ellos. A mí no me hacía feliz que tuviéramos que dedicar tiempo de este espacio otra vez a ese asunto.

Llevo más de 30 años en esta profesión. Y he hecho mis propios aprendizajes. Por ejemplo, que un caso como este, donde están en juego un nombre y una trayectoria, debe manejarse con cuidado, sobre todo cuando al mismo tiempo existe una multitud ululante que se expresa a voz en cuello condenando y pidiendo sangre. Más delicado es el trabajo periodístico sobre una situación como esta cuando quien está en la mira es el vicepresidente de la República. Y más aún si el debate se da cuando el país tiene por delante una serie de desafíos delicados en un año económico complejo, cuyo encare requiere que las instituciones se muestren estables y firmes.

A mí no me gusta darle manija a la picadora de carne humana. Por eso elegí con cuidado en qué días tratábamos este asunto y en cuáles no. En particular, entendí que no tenía sentido intentar una investigación propia sobre el fondo del asunto. ¿Por qué? Primero porque de las primeras explicaciones de Sendic se desprendía que aquella licenciatura era algo muy especial; segundo porque había que remontarse 35 años hacia atrás; tercero porque no es sencillo moverse en un entramado universitario como el de Cuba donde, además, ha habido reestructuras en estas tres décadas. A partir de ese análisis, que compartimos con el equipo de En Perspectiva, entendimos que lo que correspondía era esperar a que Sendic se pronunciara de manera sólida y, sobre todo, entregara los papeles académicos oficiales; recién entonces tendría sentido la evaluación y la discusión final.

Estábamos aguardando ese momento en que hubiera algo más que opiniones y batallas verbales. Pero el miércoles se produjeron hechos nuevos: [en respuesta a versiones que habían circulado ese día en Twitter y en algunos medios de comunicación] Sendic entregó a la prensa la certificación oficial de los cinco años de la carrera de Medicina que cursó en La Habana con los materiales y las notas correspondientes y, lamentablemente, no incluyó en ese material ninguna referencia concreta a la licenciatura.

Decidí entonces, en diálogo con los tertulianos del jueves, que el tema formara parte de la conversación en La Mesa. Pero –les confieso– lo resolví desde la frustración. La pregunta que yo me hacía era: ¿Cómo es posible que pasen los días y Sendic no logre aclarar este lío que se arregla con una respuesta muy simple? Su demora solo está empeorando las cosas. Lo único que tiene que hacer para que esta controversia se termine es contestar si es o no licenciado en Genética Humana.

En su currículum Sendic ha incluido ese título, con el agregado de que se graduó con medalla de oro. Cuando era presidente de Ancap, firmaba las cartas y resoluciones poniendo junto a su nombre la abreviatura de Licenciado. En alguna entrevista llegó a reclamar que se lo presentara de esa manera. Si el dato fuera falso, su credibilidad quedaría seriamente afectada, y eso no sería algo menor tratándose del líder de un sector importante del Frente Amplio (FA) y, por si eso fuera poco, el actual vicepresidente de la República Oriental del Uruguay.

Desde el miércoles 24 de febrero, cuando él mismo habló en El Observador, Sendic no ha dado una contestación contundente. En la consulta que le hizo una periodista de ese matutino pareció que reconocía que no tenía una licenciatura en Genética Humana tal como se concibe ese título en el mundo académico, o sea una carrera universitaria de por lo menos cuatro años. Pero horas más tarde, en una conferencia de prensa, dio a entender que sí, y anunció que estaba gestionando en La Habana la documentación correspondiente. De todos modos, no aceptó preguntas de los periodistas que lo rodeaban, y desde entonces no ha dado entrevistas.

Así fueron pasando diez días pautados por la incertidumbre. Hasta que se anunció que Sendic daría las explicaciones esperadas el sábado pasado, en el Plenario Nacional del FA. Sinceramente, yo esperé con mucho interés ese discurso, busque la grabación, la escuché y la repasé. Habló 18 minutos, seis de los cuales fueron dedicados al fondo del asunto. Pero el tema volvió a quedar abierto.

En resumen, lo que yo saqué como conclusión es que, simultáneamente a sus estudios de Medicina en la Universidad de La Habana, Sendic hizo un curso de un año destinado a formar profesores en genética humana. Y que ese curso rápido, si se complementaba con dos años de docencia e investigación, habilitaba el acceso a un título de licenciado. Por lo tanto, Sendic habría cursado una licenciatura, digamos, heterodoxa, originada, según lo que él mismo señaló en su alocución, en un plan ideado por Fidel Castro en los años 80 para desarrollar de manera acelerada la genética en Cuba.

Sendic insistió mucho el sábado en el valor que para él tiene la verdad. Eso quiere decir que efectivamente cumplió con todos los requisitos que ese título implicaba en aquel momento en aquel país. Aunque, claro, tratándose de una diploma sui géneris, es fundamental que lo exhiba.

Teniendo en cuenta el cariño con el cual habla de su trabajo de aquellos años en genética, llama la atención no haya traído ese documento a su regreso a Uruguay en 1985/1986, cuando, en cambio, sí gestionó a distancia la certificación de las materias de Medicina que había aprobado. Sendic habló de esa omisión el sábado y hasta pidió disculpas al FA por las complicaciones que aquel descuido suyo estaban ocasionando ahora.

Hasta ese momento de su alocución lo dicho por Sendic fue un aporte más a la comprensión del tema. Aunque es una pena que la duda siga abierta porque eso no resulta saludable, su intervención agregó nuevos elementos y lució sincera. Por eso mismo no entendí lo que vino después. Cómo fue que Sendic pasó de esa introspección con algo de autocrítica incluida a colocarse como víctima de una campaña de destrucción que habría sido pergeñada por partidos de la oposición y algunos medios de comunicación, en el marco de una embestida regional que estaría afectando a varios gobiernos de izquierda en América Latina.

Y menos entendí cómo esa tesis conspirativa fue convalidada luego por el Plenario Nacional del FA en su declaración final.

Es cierto que Sendic ha sido muy cuestionado en los últimos meses, y también lo es que entre esos cuestionamientos hubo excesos; pero ese es un riesgo que debe aceptar cualquiera que asume responsabilidades partidarias y de gobierno.

Y además en este problema más reciente, el de la licenciatura, Sendic se colocó solo, primero porque decidió presentarse públicamente con un título del cual no tiene la certificación oficial, y luego por las declaraciones erráticas y confusas que ha hecho al respecto, en los últimos años pero sobre todo en los últimos días.

El comunicado del FA no incluye ni el más leve reparo a la forma como Sendic manejó el asunto y, en cambio, denuncia que existe una operación “destinada a menoscabar la imagen y credibilidad” de “integrantes” del actual Gobierno “como así también debilitar la institucionalidad democrática del país”.

No es la primera vez desde el retorno a la democracia que un Gobierno o un partido oficialista denuncia una campaña orquestada en su contra para desacreditarlo o perjudicarlo. Es que, en rigor, campañas u operaciones políticas han existido siempre y el FA mismo supo armar varias de ellas cuando se encontraba del otro lado del mostrador.

Como suele anotar Oscar Bottinelli, eso es casi “el ABC” de la actividad política, sobre todo para los partidos o grupos que se encuentran en la oposición. (Lamentablemente, además, es usual que los afectados incluyan como parte del complot a la prensa, los medios de comunicación o algunos medios de comunicación). En general, lo que falta es que quien se coloca en la posición de víctima analice con sinceridad si no habrá dejado flancos débiles a la oposición y, sobre todo, si su defensa resulta creíble. De eso depende que los ataques permeen o no en la sociedad.

Pero esta declaración del sábado del Plenario Nacional del FA va más allá de los antecedentes. Sostiene que esa campaña no sólo busca golpear al Gobierno de Tabaré Vázquez sino además “debilitar la institucionalidad democrática del país”. Esta sí que es una acusación temeraria. Se le está atribuyendo a “la oposición” (así, indiscriminadamente, a toda la oposición) y a “diferentes medios de comunicación” un objetivo gravísimo, que, de ser cierto, alteraría de manera dramática el funcionamiento de un sistema democrático, el uruguayo, del que todos estamos muy orgullosos.

Yo, como periodista, rechazo y lamento que el FA llegue a ese extremo y, al mismo tiempo, se muestre tan cerrado a la hora de buscar su propia cuota de responsabilidad en algunos de los casos que están al tope de la agenda. Afortunadamente la declaración no fue votada por unanimidad. Hubo algunos sectores, como Asamblea Uruguay y el Nuevo Espacio, que se abstuvieron. Pero me preocupa que incluso ese gesto fue tímido –la abstención– y, sobre todo, me preocupa que todos los demás levantaron sus manos sin que les temblaran.

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Emitido en el espacio En Primera Persona de En Perspectiva, lunes 07.03.2016, hora 07.50