Por Rafael Mandressi ///
¿Se acuerdan del marido de Carla Bruni? Un tal Nicolas Sarkozy, un señor bajito que fue presidente de Francia entre 2007 y 2012. El quinquenio le resultó corto, según parece, ya que quiere volver a ser presidente a partir de 2017. Para quienes piensan que las campañas electorales en Uruguay son demasiado largas, sepan que Sarkozy ya está en campaña, y si los jueces no se lo impiden procesándolo en alguno de los casos por los que cada tanto es llamado a declarar, lanzará ideas y propuestas electorales durante los dos próximos años.
Una de las más recientes es ocuparse de lo que comen los escolares. Se trata de suprimir lo que se ha dado en llamar “menús de sustitución”, que existen para que los niños no se vean obligados a comer lo que no pueden o no quieren. En la práctica, el asunto consiste en terminar con los menús sin cerdo en las cantinas escolares, previstos para alimentar a los pequeños educandos de confesión musulmana. El Estado francés es un Estado laico, caramba, y si el nene no quiere comerse la costillita de cerdo, que los padres lo manden a un instituto confesional. O que no coma.
Lo más novedoso de esta iniciativa es ver a Sarkozy convertido en un paladín de la laicidad. En diciembre de 2007, en visita oficial al Vaticano, se mostraba menos partidario de la “laicidad exigente” que ahora reclama. Vayan como muestra dos frases de su alocución de entonces en el Palacio de Letrán: “la laicidad no tiene el poder de cortar las raíces cristianas de Francia”; o “el maestro no podrá nunca remplazar al cura o al pastor”.
La laicidad, al parecer, es más “exigente” con unos que con otros. A Nicolas Sarkozy nunca se le ocurrió –a los gobiernos socialistas tampoco– modificar el régimen de concordato que rige para Alsacia y que implica, entre otras cosas, que el Estado francés pague los sueldos de los docentes de escuelas y liceos cristianos. Tampoco se le ocurre que se sirva carne de vaca en las cantinas escolares el viernes que los cristianos llaman santo. De todas maneras, no tendría ningún efecto, porque ese día, casualmente, es feriado.
Por extraño que parezca, Nicolas Sarkozy me hizo acordar a la Universidad de la República. Hace algunos años, una solicitud para que no se tomaran exámenes a los estudiantes judíos los sábados fue rechazada por el Consejo directivo central. La negativa sería inobjetable si la Universidad tomara exámenes regularmente los domingos, día del Señor (cristiano). También sería inobjetable el cerdo en las cantinas escolares de Francia, si hubiera clase el viernes santo y se hiciera, por ejemplo, un asadito para alimentar a los niños. Pero no, la mitad de la población de Francia y el cuarenta por ciento de la de Uruguay, que no profesa religión alguna, vive sin embargo al ritmo de los feriados cristianos. En Uruguay, es cierto, hay más creatividad para el eufemismo oficial que en Francia: se come bacalao pero, eso sí, se le llama “Turismo”.
La laicidad, si se quiere que sea “exigente” como dice el señor Sarkozy, podría ir más allá que el cambio de nombre: podría haber una semana de vacaciones en otoño que no coincida con la pascua cristiana. También se podría fijar el día de descanso semanal eligiendo uno entre el lunes y el jueves, ya que los otros tres están tomados por el monoteísmo. Un esfuercito más, y capaz que llegamos a ser laicos.